«El número de personas que tiene demencia (deterioro intenso de funciones intelectuales) no se puede cuantificar con precisión, porque muchos casos no están identificados y, además, existen varios criterios para establecer el diagnóstico», asegura el responsable de la unidad de Neurología Cognitiva de HM Rosaleda, Alfredo Robles Bayón.
De todos modos, «se estima que hay entre 40 y 50 millones de individuos con demencia en el mundo, 7-9 millones en Europa, de 500.000 a 850.000 en España y de 40.000 a 70.000 en la comunidad gallega. Los datos de incidencia señalan que en el planeta aparece un nuevo enfermo cada tres segundos».
Hay que resaltar que este estado de empeoramiento progresivo es más frecuente a medida que avanza la edad. «Si seleccionamos la población de entre 30 y 64 años, encontraremos un caso por cada 2.000 personas (0,05 %). Entre los 60 y 64 años ya se alcanza el 1,6 %, y el porcentaje se duplica a intervalos aproximados de 6 años, de tal manera que la mitad de los mayores de 90 la tiene».
Diagnosticar la dolencia es tarea más difícil. Existen más de cien posibles causas y la enfermedad de Alzheimer es la más frecuente. Se fundamenta en la difusión por el cerebro de una gran concentración de dos proteínas anormales (-amiloide42 y fosfo-tau), y en vida no resulta fácil comprobar su presencia.
Diversos estudios revelan que en aproximadamente el 60 % de las demencias, el mal descubierto por alemán es el único o el más destacado de los motivos. En el resto destacan otras (demencia con cuerpos de Lewy, frontotemporal, etc.). Aunque aproximadamente un 9 % de los pacientes tiene alguna causa potencialmente reversible, en muchos está combinada con una patología degenerativa, de modo que, en la práctica, la curación no alcanza el 2 %.
No todas las pérdidas de memoria están relacionadas con este problema, «porque en primer lugar, para registrar información es necesaria la atención, y mantener la concentración hasta que finalice», explica el doctor Robles. Esto significa que quienes no duermen adecuadamente «o llevan alcohol o sedantes en su sangre, por nombrar unos ejemplos de situaciones que reducen la atención, tienen menos capacidad» para fijar el pensamiento, y por tanto procesan menos datos y tardan más tiempo en evocar los recuerdos que ya tienen almacenados».
Síntoma inicial. Destaca el especialista que «aparece unos quince años después de comenzar el trastorno, y consiste en la dificultad para registrar nueva información».
Cuando la enfermedad avanza, se pierden células de otras áreas de la corteza y, de este modo, desaparecen también, progresivamente, evocaciones que ya se habían guardado a lo largo de la vida».
En el mal de Alzheimer «debemos saber que el indicio puede deberse a otras muchas causas. Estar deprimido o muy estresado, o tener una oxigenación cerebral deficiente (problemas respiratorios, insuficiencia cardíaca, anemia), reducen la atención y la memoria. Alteraciones diversas de la circulación sanguínea, tumores, lesiones por traumatismo, procesos infecciosos o inflamatorios, perturban la facultad de rememorar si afectan a las áreas del cerebro responsables de su funcionamiento.
Además, existen otras afecciones neurodegenerativas diferentes. En la mayoría de ellas se altera la retentiva, aunque generalmente la señal es menos intensa y no tan precoz como en el alzhéimer», enfatiza el neurólogo.
Por otro lado, hay que resaltar la gran variabilidad existente en la situación basal de unos y otros sujetos. «El grado de inteligencia y los rasgos de la personalidad, añadidos a la impronta que deja el entorno específico en el que vive cada uno, crean un espectro muy heterogéneo, que además tiene un componente dinámico al transcurrir el tiempo», asegura.
Por tal motivo, «lo alarmante no es que alguien sea irritable, apático, olvidadizo, de discurso torpe, patoso en las actividades manuales o con poca facilidad para orientarse en los espacios con los que no está familiarizada.Tampoco es preocupante que al avanzar la edad se pierdan facultades, incluso las que durante la vida precedente parecían muy desarrolladas. Sin embargo, cuando alguien nota (en muchos ocasiones, ‘le notan’) un cambio en alguna función cognitiva, respecto a la situación previa, más acusado del que podríamos considerar como esperado para el cambio de edad, resulta conveniente consultarlo.
ADELANTO EN SU DETECCIÓN.
Manifiesta Alfredo Robles que »podemos prever que en el futuro, a los que inicien síntomas de disfunción cognitiva, y en fase presintomática a seres de riesgo (por sus antecedentes familiares), se les practicarán análisis genético (con estudio de genes relacionados con la susceptibilidad a desarrollar distintos tipos de demencia) y alguna prueba de imagen que identifique la presencia en el cerebro de proteínas nocivas. Esto permitirá administrar desde fases muy tempranas tratamientos que impidan el desarrollo» del padecimiento.
Pero si hablamos de tratamiento, es inevitable preguntarle si hubo una mejoría en estos años. «Hasta finales del siglo XX, los que había para atenuar los síntomas eran escasos y poco eficaces. En esos años llegaron al mercado los fármacos anticolinesterásicos, estimulantes de la acetilcolina cerebral (deficiente en estos enfermos), y posteriormente la memantina (que interfiere en el acúmulo de glutamato que se produce en torno a las células enfermas y, así, prolonga su vida activa). Estos medicamentos no prolongan la supervivencia y no son eficaces en todos los pacientes, pero producen cierto grado de mejoría sintomática en un alto porcentaje de enfermos, siendo generalmente bien tolerados».
Ahora bien, desde hace al menos dos décadas «se investiga intensamente, en todo el mundo, para obtener fármacos con mecanismo de acción diferente. Se trata de medicamentos que lograrían prevenir, frenar o detener su curso. Cuando se trata de una demencia no-Alzheimer, debe planificarse de modo diferente.
Por otra parte, para atenuar manifestaciones «afectivas, conductuales y del sueño, se han comercializado sustancias que, siendo similares a las que se usaban anteriormente, muestran más eficacia y producen menos efectos adversos colaterales», apunta el galeno.
No farmacológico.
Existen procedimientos que pueden aportar efectos beneficiosos complementarios, confirma el médico. «Diversas maneras de estimular el cerebro facilitan la neuroplasticidad. Además, algunas de estas técnicas rehabilitadoras mejoran la conducta, y de este modo la calidad de la convivencia, permitiendo reducir o prescindir del tratamiento farmacológico psicoactivo. Otros procedimientos sirven para estimular y entrenar funciones cognitivas, de modo que prolongan el tiempo en el que el enfermo permanece autónomo en determinadas actividades de la vida diaria».
Añade que entre estas estrategias se pueden mencionar los ejercicios físicos, las técnicas ocupacionales y las de relajación, la estimulación cognitiva, sensorial (musicoterapia, aromaterapia, masoterapia, luminoterapia, observación o participación en actividades artísticas, etc.). En su aplicación se pueden usar recursos de las tecnologías de la información y la comunicación, la domótica, videojuegos y técnicas de realidad virtual.
Otros tipos de impulso cerebral (electromagnética, por ultrasonidos) tienen, «por el momento, menos grado de evidencia de éxito como para recomendar su aplicación en la práctica de rutina», aclara.
En general, Robles comenta que se acepta que »producen algún tipo de alivio en un alto porcentaje de pacientes sometidos a ellas de forma continuada. Pero se reconoce que no todos experimentan mejoría y que la esperada no es intensa».
Es importante incluir en este apartado «los cambios que se aconsejan para adaptar el entorno próximo del enfermo a su capacidad funcional, los recursos de apoyo sociofamiliar e intervención psicosocial, y técnicas de tratamiento de mantenimiento para los cuidadores, ya sean de tipo individual o grupal», concluye el doctor.
¿En qué se podría mejorar?
«Los nuevos tratamientos deben llevarse a cabo con garantías de fiabilidad científica y de respeto a las normas éticas. Es deseable que haya una buena comunicación entre los investigadores de los distintos niveles y resulta determinante el grado de recursos disponibles. Si no se contemplase una planificación inteligente de los proyectos, así como un cálculo apropiado de la utilidad que el posible descubrimiento tendría en la salud de las personas para las que va destinado y las posibilidades de su incorporación a la práctica clínica rutinaria, no se estarían administrando bien los recursos. En los últimos años se han creado organismos que controlan ‘redes’ de unidades de investigación».
Hacerse un chequeo es importante
«Entre las razones que han conducido en las últimas décadas a vivir más años y en mejores condiciones de salud, destacan la formación referente a los hábitos saludables y la detección precoz de enfermedades controlables. El chequeo probablemente incluya una prueba de imagen cerebral, en la que pueden detectarse otros problemas que, tratados en fase temprana, muestran mayor probabilidad de curación o mejoría. Finalmente, en los pacientes que están desarrollando una enfermedad neurodegenerativa, inexorablemente progresiva, el diagnóstico precoz concede tiempo, al enfermo y a sus familiares. Conocer qué ocurre permite prever cómo va a ser la evolución, y esto hace posible anticipar decisiones que ayudan a sobrellevar mejor la enfermedad y a resolver a tiempo deseos postergados».