De la misma manera que si nos falla la vista tenemos que ir al oculista o, si tenemos alguna molestia, pedimos cita con nuestro médico de cabecera, si percibimos que nos falla la memoria o notamos que últimamente olvidamos las cosas con más facilidad, tenemos que consultar a un neurólogo o especialista que pueda determinar si estas pérdidas de memoria son sólo una percepción subjetiva o si están relacionadas con una enfermedad neurodegenerativa, como puede ser el alzheimer.
De hecho, lo más recomendable sería no sólo ir al médico cuando notemos que alguna cosa falla, sino que hiciéramos un control regular de nuestra memoria, como hacemos con la presión, el azúcar o el colesterol. A partir de los 50 años sería importante incorporar estas revisiones a nuestros hábitos, aunque no hayamos notado pérdidas de memoria relevantes.
Sabemos que, si nos revisamos la memoria, podremos detectar antes el riesgo de desarrollar alguna demencia, como el alzheimer. Y con un diagnóstico precoz de podremos actuar con más efectividad, y tomar antes las medidas adecuadas que retrasen el avance de la enfermedad.
Además, hacer un diagnóstico precoz de la enfermedad nos permite identificar casos no conocidos, reducir el sufrimiento de los pacientes y sus cuidadores e, incluso, disminuir el gasto económico que la enfermedad genera.
Si hablamos de alzheimer, en la actualidad, aunque somos muchos los que sumamos esfuerzos para acabar con esta demencia y en los últimos años se han hecho avances muy importantes, la realidad es que se trata de una afección para la que no tenemos cura y que afecta cada día a más personas a escala global.
Fuente: La Vanguardia