Ahora tiene 86 y Daphne Selfe sigue desmontando estereotipos y posando para las cámaras. Su espíritu vivaz y sus arrugas, que no borraría por nada del mundo, saben defender estilismos que muchos tildarían de prohibidos para una mujer de su edad.
A sus 85 años, esta esbelta mujer, de sobresalientes pómulos e interminable melena plateada, ha aguantado siete horas posando de pie, con una actitud envidiable y más energía que todos los que la rodeamos en la sesión de fotos (y al terminar se va al teatro a ver Hamlet, ni más ni menos). Las arrugas de su rostro delatan su edad o, más bien, una vida vivida intensamente, sin miedo al paso del tiempo. «Creo que uno debe enfrentarse a la vejez sin darle muchas vueltas», comenta sentada en el sofá de su casa, en una pequeña localidad al norte de Londres. «Es cierto que hay cosas que ya no funcionan como antes y, a veces, tengo que recordarme a mí misma que debo bajar el ritmo», confiesa. Desde que Daphne cumplió 70 años ha visto cómo su carrera de modelo ha despegado (y eso que la descubrieron en los grandes almacenes donde trabajaba cuando solo tenía 20 años). Su prodigiosa naturaleza adulta la ha llevado a posar para Mario Testino o Nick Knight, participar en campañas de Olay, Nivea o Dolce & Gabbana (con Bianca Balti y Monica Bellucci –«recuerdo que solo hablaban en italiano, así que no pude conversar mucho con ellas»–), o a participar en el último videoclip de Paul McCartney, Queenie Eye, donde comparte escena con Johnny Depp, Lily Cole, Meryl Streep y Jude Law, entre otros. Según Selfe, la principal razón de su reciente popularidad es que tiene una buena figura para su edad (asegura que su receta es hacer ejercicio y comer sano). Sin embargo, no le resta méritos a su larga melena y a sus facciones, claro. Jamás se ha planteado la cirugía estética o el uso de bótox, que define como «puro veneno». «Mi físico es lo que hace que las fotos funcionen. Antes solía teñirme el pelo, pero dejé de hacerlo porque era demasiado caro y trabajoso». También destaca su ética a la hora de trabajar: «Soy puntual, sé comportarme y trato de tener siempre una actitud positiva», afirma. Tras empezar su carrera como modelo, a Daphne le surgieron otras oportunidades profesionales. No solo participó como extra en series de televisión inglesas, sino que llegó incluso a convertirse en bailarina de una pequeña compañía. En una de sus múltiples giras por Europa hizo escala también en Madrid, donde actuó en la Sala Teatro Casablanca. «Trabajábamos toda la noche y durante el día nos íbamos de visita al Museo del Prado y a pasear por la zona del Palacio Real. ¡Y todo casi sin dormir!», comenta entre risas. De aquel viaje conserva un traje blanco que compró en la capital y que guarda con cariño en su casa, junto a otros tesoros.